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De Enfrentamientos y Victorias

 

1 —Toda victoria obtenida u objetivo cumplido, debe ser celebrado con mesura y sin excesos. De hecho, conviene no dar publicidad a las victorias propias. Las razones son variadas: lo que creemos una victoria puede ser solo una retirada estratégica de nuestro enemigo, por lo cual la ignominia sería total en caso de ser nosotros los derrotados al final. Otra razón es que en la publicación de la victoria subyace una inútil y poco saludable humillación adicional del enemigo derrotado, que lejos de neutralizarlo para siempre, le instalara un recordatorio para caer sobre nosotros a la próxima oportunidad.

 

 

2 —Es menester pues, imprescindible, asegurarnos de que no habrá "próxima oportunidad" y esto se logra sólo con la desaparición de nuestro enemigo. Si el mismo es derrotado por la fuerza, la destrucción deberá ser absoluta y má allá de la piedad: no hay peor cosa que dejar a una rata herida... Si el mismo capitula por rendición, sin perder de vista que nuestro objetivo era precisamente su derrota y dejando a un lado las humanas pasiones por un momento, se debe convertir ese enemigo derrotado en un aliado, por lo cual desaparecerá como enemigo. Esta última situación es la ideal. Nunca se deben dejar enemigos tras las espaldas, y si por una eventualidad los dejas, jamás cometas el error de olvidarlos... ellos no te olvidarán a ti

 

 

3 —Previo a cualquier enfrentamiento, es necesario medir las fuerzas del enemigo. Sin embargo ni la mejor labor de investigación nos dará una idea de las mismas, puesto que frecuentemente ni el mismísimo enemigo conoce sus fuerzas hasta llegada la hora de emplearlas. Este hecho puede llegar a causar sorpresas agradables y desagradables para cualquiera de los dos contendientes

 

 

4 —Para conocer a tu enemigo, en una primera etapa es menester que él  ignore que se le considere tal. Si eres enemigo declarado, simula tu identidad: en un mundo de medios electrónicos esto no es difícil. Ganándote su confianza averigua cuanto puedas, pero en especial:
a) Quiénes son SUS enemigos pasados y actuales. Ahí tendrás posiblesaliados 
b) Cuáles son sus elementos más preciados. Ahí sabrás dónde dolerán más tus ataques
c) Averigua dónde encontrarlo y cómo. La invisibilidad es el arma defensiva más poderosa, como la sorpresa lo es en la ofensiva: ni se te ocurra cedérsela para que se ampare en ella

 

 

5 —Agotados estos medios de conocer a tu enemigo, comenzarás con lo que llamaremos algunas "escaramuzas"... pequeños ataques selectivos, que deberán cumplir dos objetivos:
a) que el enemigo subestime tus fuerzas y sobrevalore desmesuradamente las suyas. Esto lo lograrás empleando tácticas de una ingenuidad pasmante en un principio
b) en la reacción de tu enemigo conocerás la realidad de su potencial. Pero este paso no debe considerarse único; se deben intensificar las escaramuzas y pequeños ataques una y otra vez en forma gradual, de manera que el enemigo te subestime una y otra vez, se sienta más confiado en sí mismo y sobre todo revele todos sus recursos...

 

 

6 —Llegado a este punto desaparecerás de su vista por un tiempo prudencial. Esto lo convencerá de que te ha derrotado. Usarás ese tiempo para evaluar los datos obtenidos y para que tu enemigo se olvide de ti. En el momento menos pensado iniciaras una campaña sorpresiva fulminante con todos los recursos a tu alcance, los cuales deberán exceder por mucho los que utilizaste hasta el momento. La sorpresa será en tu enemigo múltiple: por la intensidad, por el momento y por la procedencia

 

 

7 —Para llevar a cabo un buen ataque, deberás causar en tu enemigo la sensación de que es acosado las 24 horas. Como tú no dispones seguramente de ese tiempo, recurrirás a los enemigos de tu enemigos, dándoles razones para atacarlo. Si no los tiene o no lo quieren atacar, tú crearás enemigos artificiales mediante la difamación, la mentira y los rumores sin el menor escrúpulo: en la guerra todo medio es lícito. No importan las capacidades de tus aliados: desde un hombre fornido que lo amedrente hasta una mujer histérica que lo moleste telefónicamente, son útiles, pues crean en tu enemigo la sensación de que es atacado por varios frentes y no le deja un momento de respiro. Asegúrate en especial de privarlo de: a) el descanso, b) la tranquilidad, c) el anonimato. Una persona cansada, intranquila e insegura es una persona débil y propensa a capitular.

 

8 —Como la destrucción de un enemigo suele ser una tarea arduo costosa y poco frecuente, el objetivo primordial perseguido será en todos los casos su capitulación, su rendición. Esta incluirá: que tu enemigo se disculpe por una ofensa cometida, te retribuya por un daño cometido o acceda alguna demanda que consideres justa. Una vez conseguida la capitulación, lograste el temor de tu enemigo, sorpréndelo nuevamente y entrégale obsequios en su humillación. Gánate su amor, ya ganado su temor, y tendrás un aliado de por vida o al menos un frontera segura. Recuerda que según Maquiavelo la situación ideal de un príncipe es la de ser "amado y temido a un tiempo" y sólo se debe prescindir de lo primero cuando no es posible la obtención de ambas cosas. Además, siendo amable con tu enemigo en el momento de su derrota, grabarás en su cabeza la sensación de ser una persona imprevisible, con lo cual su temor aumentará. Los humanos tienen tres temores: lo desconocido, lo imprevisible y lo irreversible... El resto de los temores deriva de estos, por tanto si te consideran un ser misterioso, imprevisible y capaz de dañar de manera irreversible, te temerán como al diablo


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